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2,5 estrellas
Se me hizo larguísima la lectura. Aunque tiene pasajes buenos, el libro me pareció bastante repetitivo y monotemático. Me pareció que la obra trata básicamente de Ignatius siendo Ignatius, un gordo ermitaño que detesta a las personas y a la sociedad en su conjunto (pero que exige todo de ellas) y que transita la vida guiado por una absoluta falta de empatía.
Si bien la intención del autor es la de recurrir al absurdo a través de personajes hilarantes, su humor me llegó a cuentagotas y se me hizo reiterativo. Lo caricaturezco de los personajes impide su desarrollo, por lo que una vez conocido cada uno de ellos no hacen más que repetirse durante las 400 páginas del libro.
En cuanto al famoso Ignatius Reilly, me generó principalmente -como dicen los yanquis- cringe. Me pareció un pobre tipo que construye una autopercepción de superioridad moral e intelectual como forma de negación de su propio patetismo. Si algún valor encarna el personaje en sí mismo, es justamente el de mostrar hasta qué extremos las personas pueden llegar a elaborar autoficciones para escapar de su propia realidad.
Dicho esto, he de admitir que algunas de sus observaciones me parecieron interesantes y divertidas. Y también es cierto que el personaje de Ignatius es icónico y difícil de olvidar.
Hallé interesante reflexionar cómo encajaría Ignatius en la actualidad, donde los Ignatius del mundo, facilitadas sus capacidades de comunicación y expresión a través de las redes sociales, parecen tener hoy un rol mucho más significativo en la sociedad. Me encantaría algún ejercicio artístico (quizás ya existe) de situar al personaje en un ámbito contemporáneo: ¿sería un troll que despotricaría contra todos y todo en las redes? ¿el líder de alguna agrupación conspiranoica o terraplanista? ¿o quizás candidato a Presidente?