Se nota que es una precuela hecha para explicar el origen e historia anterior de algunos personajes (lo dejamos aquí para evitar spoilers) y que es más “ligero” que Mistborn y el Archivo pero no por ello deja de sorprender en cuanto a construcción de mundos, desarrollo de personajes, planting narrativo y finales de escándalo como suele ser ya habitual en Brandon y su estilo inconfundible. Sin duda diría que casi es el mejor libro del Cosmere para empezar, por encima de El Imperio Final ya que es autocontenido, al menos hasta que saque la secuela que tienen anunciada.
Como el primero, nos encontramos ante una aventura absurda (en el buen sentido de la palabra) donde los protagonistas de la primera entrega siguen danzando por el Mundodisco. En esta ocasión, en comparación al Color de la Magia, creo que la narración se hace un poco menos confusa, quizás porque al conocer ya el estilo literario de Terry Pratchet o los personajes y el tipo de situaciones para nosotros surrealistas estamos en terreno conocido. De todos modos supone otra gran lectura con muchas referencias culturales y del género de la fantasía que sin duda amenizan y oxigenan la mente cambiando los estereotipos por una parodia muy inteligente, tanto de los mundos inventados por los autores en estos siglos como de la situación contemporánea a la publicación del libro pero que en algunos aspectos sigue estando vigente a día de hoy.
Dicen que esta duología que componen El Color de la Magia y La Luz Fantástica, los dos primeros de la saga de Rincewind son los peores de todo el universo del Mundodisco, así que estoy expectante a seguir con los demás para ver como mejora ya que a mi me han encantado.
Menuda disertación sobre el arte, la belleza y el alma de las cosas.
Sanderson aquí se ha desatado completamente con el Cosmere y nos prepara, a falta del quinto del Archivo, para terminar lo que será la primera parte del universo con un ecuador que parece muy prometedor de cara a lo que venga en los próximos años.
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