"¿Queridos? Sí, bueno: queridos ¿qué? ¿Amigos? Eso no depende de mí sólo. Y vosotros sois tantos y tan contrarios... Nunca escribí una carta más difícil. No porque ignore vuestro idioma. (No ha de ser tan distinto de este en el que os escribo, y , si lo fuera, me gustaría aprenderlo.) No porque seáis la generación de jóvenes más culta que ha existido en España. (Yo no lo creo, y, si alguien os lo dice, es que quiere con el halago sacar algo. Lo que estáis -eso sí- es mejor informados.) No porque os respete u os tema hasta el punto de sentirme tan lejos que no escuchéis mi voz... Yo no escribo sino a quien amo; yo no corrijo sino a quien amo. No creo en oráculos, ni en gurus, ni en carismas; creo en verdades suficientes, ya que son de por sí bastante misteriosas. Una inconsusa es que vosotros sois los herederos... Por lo tanto: Queridos herederos. Sin embargo, nunca he escrito una carta tan difícil. Es desconsolador trazar signos a tientas; ligar párrafos como avanzando a oscuras por una habitación inhabitual. Es desconsolador desperdigar simiente sobre una tierra de fertilidad incierta. Es desconsolador escribir una carta que sabemos de antemano perdida... Sólo os escribo porque sois los herederos. No nuestros nada más, sino de cuantos se nos anticiparon. Los herederos de todo lo que hay. Hagáis lo que hagáis, seáis como seáis, lo único que le importa al mundo es que lo recibiréis en herencia. Ningún eslabón de la cadena puede ser roto. A pesar de las bienaventuranzas, seáis o no mansos -es decir, apacibles de corazón-, poseeréis la Tierra. Mal o bien, la poseeréis. Por eso es por lo que yo, aunque no me leáis, os escribo esta carta esperanzada." (Antonio Gala)
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