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La magia está en los ojos del que la mira. «Cuando Jocelyn Brandon murió (a una edad muy avanzada, como es lo normal en el caso de los magos), legó su casa a su nieto Andrew». Andrew siempre ha adorado la casa, en especial sus vidrieras mágicas. Pero ahora, al verse como dueño de ella, se da cuenta de que las cosas no son tan fáciles como pensaba: para empezar, están la guardesa, tiránica y vengativa, y el jardinero, maniático y gruñón (pero que, al menos, tiene una hermosa sobrina llamada Stashe). Además, no hay que olvidar a Aidan Cain, un huérfano de doce años que aparece un día para solicitarle protección de unos seres mágicos (entre otros, Titania, Oberón y Puck) que lo persiguen, ni al señor Brown, un siniestro vecino que trata de invadir la barrera mágica que protege la casa. Y, sobre todo, está la magia. De la autora de El castillo ambulante, una novela con ecos de El sueño de una noche de verano.
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ES-EN
Me entristece pensar que de alguna manera las historias de Diana Wynne Jones no parecen haber tenido un éxito que haya trascendido en el tiempo más allá de la conocida El castillo ambulante, que además solo lo ha hecho en una versión adulterada de la mano de Studio Ghibli. Y por éxito no me refiero a que fuera o dejara de ser un fenómeno de masas, pero a que tenga un firme hueco en las listas de libros fantásticos de aquí y de allá o que su figura sea vista como elemental entre los amantes de la narrativa fantástica.
La historia que nos ocupa está narrada con una naturalidad encantadora, con personajes peculiares (y a menudo divertidamente irritantes) y con una capacidad que demuestra el buen hacer de la escritora como narradora. Resaltando el tema de la naturalidad, me ha gustado mucho cómo va dando detalles que se revelan más adelante en la historia, no de un modo expositivo, sino de manera orgánica, mostrándolo; lo cuál tiene aún más valor cuando la historia no parece usar modelos en los que apoyarse y tiene sus propios códigos. No obstante, Diana es capaz de hilar dichos códigos y hace que la lectura sea todo un placer y un constante descubrimiento. La autora no se para explicar el porqué, si no el cómo, y tampoco le importa demasiado dotar de innecesario realismo a la historia y se centra en darle lo que necesita para que avance, dentro de su propia lógica, invitando al lector a tomarle la mano en ese paseo sinuoso, desvergonzado y mágico. Al fin y al cabo, la magia está en los ojos del que mira.
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It saddens me to think that somehow Diana Wynne Jones' stories don't seem to have had a success that has transcended beyond the well-known Howl's Moving Castle, which has only done so in an adulterated version from the hands of Studio Ghibli. And by success I don't mean that it was or wasn't a mass phenomenon, but that it has a firm place in the lists of fantastic books here and there or that its figure is seen as elemental among lovers of fantastic narrative.
The story at hand is told with a charming naturalness, with quirky (and often amusingly irritating) characters, and with an ability that demonstrates the writer's skill as a storyteller. Highlighting the theme of naturalness, I really liked the way she gives details that are revealed later in the story, not in an expository way, but in an organic way, showing it; which is all the more valuable when the story doesn't seem to use models to rely on and has its own codes. However, Diana is able to weave those codes together and makes the reading a pleasure and a constant discovery. The author doesn't bother to explain why, but how, and she doesn't care too much about giving the story unnecessary realism and focuses on giving it what it needs to move forward, within its own logic, inviting the reader to take her hand in this winding, shameless and magical ride. After all, magic is in the eye of the beholder.