Este libro es para aquel grande que una vez fue niño. Una noche de verano se subió a un techito y quedó mirando el cielo muy oscuro. Ese niño escuchaba lo que decían los grandes y veía lo que ellos hacían. Esa noche se quedó largo rato, apoyando la pera en sus rodillas. Lo llamaban por su nombre desde la casa, preguntando dónde estaba. El no respondía, más lo llamaban. Quedó sintiendo la brisa, mirando y oyendo todos los ruiditos.Se decía: qué profundo es el cielo, qué hermoso, ¿llegará muy lejos? Hay más y más estrellas, muchas. Y el cielo le cubría la cabeza llena de curiosidad, y las lucecitas se perdían en sus ojos. Cada una de ellas era un Planeta. Ese niño miraba las luciérnagas refucilar cerquita. Lo esencial es invisible a los ojos, dijo el Principito. Y replicaba: Hay que proteger esas llamas: una ráfaga de viento puede apagarlas, (Antoine de Saint-Exupéry).Se han encontrado sorprendidos el Principito y un psicólogo. El joven venía del asteroide B612. El profesional de la mente estaba en el Planeta Tierra. Ambos unidos por un sentido de humanidad y curiosos por la diferencia entre el mundo del más joven y del adulto Han dialogado sobre la rosa y sus pétalos bienolientes. Bermellones y púrpuras encerraban el secreto de la vida. Han hablado antes del amanecer, en medio de la naturaleza y del asombro de ambos.
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