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Howard Carter nos cuenta como descubrió la tumba del faraón Tutankamón y describe a detalle todo el trabajo que requirió poner a salvo el impresionante tesoro que acompañaba al rey.
Un relato imprescindible para todos los que tenemos cierta fascinación por el antiguo Egipto. Un libro que ojalá hubiese podido leer de niño.
Sin embargo, ha podido ser una completa obra maestra si hubiese sido coescrito con algún historiador experto en el antiguo Egipto, ya que constantemente es necesario recurrír a otra fuentes para entender el porqué de ciertas situaciones, como por ejemplo el hecho de que Tutankamon no tenga una enorme pirámide sobre su tumba. Y la razón de esto (dato que he conocido buscando en la web) es que durante las dinastías egipcias hubo cambios en los dogmas religiosos y sus rituales, así, los faraones con pirámide pertenecen a una antigua tradición en la cual el muerto debe ascender directamente hacia el dios sol Ra. Para la época de Tutankamón se creía en cambio que el muerto primero debía descender hacia el inframundo transformándose en Osiris para luego renacer como Ra.
Esta observación también tiene un aspecto positivo, y es que invita al lector a hacer una investigación más profunda de la historia.
En conclusión, es una lectura muy interesante, que permite conocer y entender mucho mejor la importancia de la arqueología y que nos acerca a un pasado increíblemente lejano.