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A través de anécdotas, Lumet, nos acompaña a quienes soñamos con hacer películas durante todo su proceso creativo, contándonos sobre la magia de hacer cine, con muchísima sinceridad y honestidad que no esperaba, lejos del ego de cualquier otro director que haya leído hasta hoy. Da crédito a su equipo, asume su lugar como director, pero siempre habla de la importancia de las colaboraciones.
Si hay algo que me voy a llevar de este libro es la parte humana de Lumet, la parte en la que habla del director como un mediador, como un protector de su equipo (el momento en que consuela a su DF cuando la imagen tiene un fallo que al final termina siendo irreparable). Eso hace un director, no solo hace una película, cuida a las personas que trabajan en ella.
El final no me esperaba, el último capítulo hecha chispas. No puedo explicar lo hermoso que es leer a un director, que lejos de cualquier pretensión, sí le importa el cine.