Edgar Morinhace balance de su propia trayectoria personal en la introducción, desde sus iniciales convicciones antieuropeas como uno más de tantos jóvenes que, al terminar la II Guerra Mundial, consideraba perniciosa la noción de Europa para el ejercicio de las libertades, hasta su cambio radical de actitud con la crisis de 1973: "Al mismo tiempo que, en mi opinión, Europa había dejado de simbolizar el imperialismo, cada vez veía con mayor claridad que Europa se había convertido en la apuesta y la presa de los nuevos imperialismos". Desde esa renovada conciencia, y ante la sensación de que su continente había pasado a ser "un trasto viejo, pobre y querido", Morin escribió Pensar Europa (1987), uno de los estudios más destacados que formulan el concepto de la Europa que debía construirse en el futuro. Morin estructura el libro en cuatro partes: "La metamorfosis de Europa", "El caldo de cultivo", "La nueva conciencia" y "La comunidad de destino". Inicia su análisis desde la convicción de que es preciso "abandonar toda Europa una, clara, distinta y armoniosa, rechazar toda idea de una esencia o sustancia europea primera, descartar la idea de una realidad europea que preceda a la división y al antagonismo". Esa premisa les es necesaria para enfrentarse a la historia y a la evolución del viejo continente, si bien ha manifestado antes que "nuestra intención no es tanto pensar la Europa pasada, sino pensar la Europa presente a partir de su pasado."
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