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En un día común del siglo XXI, los humanos generamos 8 billones de gigabytes de datos. Y en ellos hay pistas muy reveladoras sobre nuestros miedos, deseos y conductas. Si bien es cierto que Google no se inventó para que los investigadores pudieran averiguar cosas sobre la gente, sino para que nosotros pudiéramos averiguar cosas sobre el mundo, las huellas que dejamos al buscar conocimientos en internet resultan realmente valiosas para quien quiera acercarse al conocimiento de las personas. La gente no solo le pide datos a Google, sino que también le hace confesiones. En la privacidad de su hogar hace indagaciones incómodas, y a veces escandalosas; indagaciones que nadie admitiría delante de otros. Y si como hizo Stephens-Davidowitz, uno se zambulle con las preguntas correctas en lo más profundo del Big Data, podrá encontrarse con una visión hasta hace poco inaccesible de la psique humana.
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