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(3,5 estrellas)
Hay muchas y muy variadas distopías, pero todas tienen en común que consisten básicamente en una proyección hacia el futuro desde el presente. En El año del desierto Mairal desafía esta premisa y plantea en cambio una distopía que consiste exactamente en lo contrario, es decir, un regreso hacia el pasado desde el presente.
Ese viaje hacia atrás desde lo contemporáneo está vehiculizado por un elemento claramente simbólico (Sarmiento dixit): la denominada “intemperie”. Si bien nunca es exactamente definida ni sus orígenes son explicados, se conoce que la intemperie es ni más ni menos que el avance del desierto, del campo, sobre la ciudad. A su paso, la intemperie destruye las construcciones humanas (edificios, calles, monumentos, máquinas), dejando todo en un estado rudimentario: allí donde había grandes edificios vuelve a haber establos; allí donde había anchas avenidas hay ahora caminos de tierra a duras penas demarcados.
Pero además, el avance de la intemperie implica una regresión en el tiempo. En un proceso que me pareció incluso lúdico entre lector y autor, Mairal va sembrando el relato de distintos elementos que van conformando esa certidumbre de que estamos yendo hacia atrás. Comienza con limitaciones tecnológicas, reaparición de extintos edificios (como la cárcel de Av. Las Heras), se le suman regresiones sociales (como la limitación del voto femenino), sutiles cambios de nombres en las calles, reaparición de enfermedades erradicadas y finalmente distintos hechos históricos que -algunos más evidentes que otros- terminan por confirmar que las agujas del reloj van hacia la izquierda y no hacia la derecha.
La primera parte del libro me pareció agobiante. La percibí como si el autor quisiese explicitar qué pasaría si la -aparentemente- inagotable capacidad de resiliencia y adaptación de los argentinos finalmente fuera vencida por las circunstancias, quizás la peor pesadilla de cada argentino. Luego cuando la trama comienza a avanzar, me gustaron las alusiones tanto históricas como literarias que va sembrando Mairal. La lectura se convierte en casi un juego detectivesco, donde cualquier alusión contextual se convierte en una potencial referencia histórica. Jugando a este juego, el lector encontrará referencias históricas para constatar cuánto ha retrocedido en el tiempo la protagonista, mientras que alusiones a Emma Zunz o Evelyn de Joyce enriquecen aún más ese contexto.
En líneas generales, me gustó, me pareció original y hasta pasible de convertirse en serie. Mairal siempre destaca la importancia de traer el cuerpo al texto, pero creo que por momentos se excede, redundando en algunos pasajes que pecan de extensos. Recomendable.