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No mires abajo adolece de un grave problema: el primero de sus cuentos, La escalera vertical resulta abrumadoramente superior al resto. Tras leer ese relato tan bien escrito, con descripciones tan detalladas como efectivas a la hora de transmitir las sensaciones, percepciones y variaciones en el ánimo del niño protagonista, uno espera encontrar relatos de un valor literario similar en los siguientes cuentos.
Sin embargo, ello no sucede. Algunos cuentos están plagados de detalladas descripciones que, más que contribuir al relato, lo obstaculizan (Una habitación pequeña). Otros carecen de un cierre que esté a la altura de las insinuaciones de su propia trama (La sábana larga). Y otros resultan simplemente chatos (Punto de saturación).
Me permito igualmente destacar las ansias de experimentación del autor, con escenas originales, acaso cinematografiables, como el cuento que relata los breves instantes de la caída de una pared, La pared. Y cabe destacar también la historia de un asesino serial que se topa con una víctima que no responde a lo esperable y que, en cambio, lo recibe con afecto.
En resumen, un cuento simplemente genial, algunos interesantes y muchos olvidables.