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“¿No tiene su encanto el hecho de vivir peligrosamente?”
Vaya, una distopía en la que sus personajes creen vivir una utopía, o, por lo menos, la mayoría de ellos, porque siempre existirán los poco ortodoxos como el buen Bernard Marx, las ovejas negras. Entiendo por qué esta obra se ha convertido en un clásico. Cuesta creer la capacidad profética del autor en muchos aspectos y parece haber algo de cierto en todo esto. A pesar de que por momentos los argumentos de Mustafa Mond parecen ser bastante convincentes en pos del bien común, no cabe duda de que es una sociedad fallida e inaceptable a pesar de sus exquisitas tentaciones. No quisiera vivir en una sociedad en la que uno sienta repugnancia hacia la senilidad. La eugenesia es un tema que, como sociedad, tenemos que tratar con cautela. Es decir, no queremos programas como el de los nazis y su Aktion T4, tampoco selección artificial con ligaduras forzadas de trompas de Falopio para reducir la natalidad (Made in Perú), pero tal vez sí queramos una pizca de ingeniería genética para tratar de erradicar enfermedades o mejorar nuestras capacidades, ¿por qué no? Qué se jodan los golpeapechos, ultraconservadores y pseudomoralistas.
Al César de este mundo ficticio no le molestaría un poco más de juventud, las vacaciones del soma y la promiscuidad; el César del mundo real seguro se va a arrepentir por haberlo dicho y no sabe lo que le espera en casa.
Yo en la distopías prefiero más el sufrimiento, la opresión y la desgracia, más por conocer los límites de nuestra capacidad que por puro sadismo. Por otro lado, puede que figure en algunas listas dentro del top 50 del siglo XX, que tenga un peso importante en la literatura, pero ¿una obra maestra? No lo sé, la he pasado mejor con libros menos ambiciosos. Me gustó el contexto pero no la ejecución ni los personajes. Sí considero que, en última instancia, es un libro que todos deberían leer.